La hermosa doncella de las cenizas
Parte 1
En un pequeño reino, vivía una joven de hermoso cabello dorado y ojos tan azules, como cuando el cielo se refleja en el mar, su nombre era, Alma. Cuando Alma era muy pequeña, su madre, murió de tuberculosis. Pero poco tiempo después, su padre, que era Lord, acudió a una fiesta de palacio donde se enamoró de unas de las sirvientas. Ella tenía el pelo rojo, y la piel muy blanca, sus enormes ojos verdes le recordaban al más hermoso diamante. El lord se acercó a ella y la invitó a bailar, pero la sirvienta se lo negó.
─Lo siento mi señor, no tenemos permitido acercarnos a los invitados.
─Soy el mejor amigo del rey, no te pasará nada ─le mintió.
La doncella creyó en su palabra y le agarró la mano.
─Mi nombre es Odys ─ le dijo la doncella mostrándole una dulce sonrisa, una sonrisa tan gentil, como misteriosa.
─Mucho gusto, preciosa. Mi nombre es Glorius.
Pasó el tiempo, y ambos se casaron. La que antes era una sirvienta de un castillo, se había convertido en la esposa de un lord. Odys tenía dos hijas que eran mellizas; Lucrecia y Griselda. Ambas hijas venían del anterior matrimonio de Odys, aunque ellas nunca conocieron a su padre, ya que murió, siendo ellas muy pequeñas.
Desde que la madre de Alma y esposa de Glorius murió, la pequeña había tenido unos meses muy grises, pero su vida tornó a un mundo lleno de color cuando conoció a su nueva madre y hermanas. La pequeña era muy feliz. Su única compañía era los ratones de la casa. Todo iba de maravilla, eran una familia común y corriente, Odys, le mostró el mismo amor a la pequeña Alma, como si fuese una de sus hijas. Pero una noche, mientras cenaban, el padre de Alma comenzó a toser sangre sin parar, pareciese que se estuviese ahogando, la garganta de ardía fuertemente. El sufrimiento no duró mucho tiempo, puesto que murió, posando su cabeza encima de su plato. Odys y las niñas gritaron desesperadamente.
─ ¡Glorius! ─ Exclamó Odys.
─Papá … ─Dijo Alma con un sollozo…No pasó mucho tiempo hasta que fue el entierro de Glorius, la pequeña Alma no podía parar de llorar en la tumba de su padre, se había quedado huérfana y desprotegida.
Después del entierro del Lord, Odys y las niñas se fueron a su casa. Alma subió a su habitación para seguir sufriendo la pérdida de su padre. Mientras lloraba, Odys entró en su cuarto, y entonces le dijo:─Querida hija mía, me apena mucho ver… como mojas estas sabanas, con tus horribles lágrimas. ─Agarrándola del brazo le dijo: ─Esta ya no es tu habitación.
La pequeña niña no entendía porque su nueva madre le hablaba así. Odys llevó a Alma, arrastrándola hasta el húmedo sótano.
─Permanecerás aquí encerrada hasta que sepa que hacer contigo.
Pasaron los años y la pequeña Alma se había convertido en una hermosa joven. Cuando Oskar murió, Odys heredó todas sus posesiones, no tenía ninguna responsabilidad con Alma. Entonces, le permitió vivir en su casa, pero no como una más de la familia, sino como la sirvienta de la casa.
Parte 2
Era muy temprano por la mañana cuando Odys despertó, cogió una campanita que tenía en su mesita de noche y comenzó a zarandearla.
─Alma, ven, Alma.
La joven entró muy deprisa en la habitación de su madrastra.
─Dígame, señora.
─A ver, estúpida ¿Acaso tu podrido y difunto padre no te ha enseñado a llamar a la puerta antes de entrar?
Alma agachó la mirada.
─Discúlpeme…señora.
─No importa. Te he llamado para que me recojas las zapatillas, creo que están debajo de mi cama. Lo haría yo, pero entonces no sé para qué te querría aquí. Vamos
¡Agáchate!
Alma se arrodilló, comenzó arrastrase debajo de la cama de Odys buscando sus zapatillas, pero solo encontró una.
─No veo la otra zapatilla, solo está esta.
─Busca bien, estúpida.
─De verdad, no está.
─A mí no me contestes, si digo que está, está, no me importa lo que tus ojos vean ¡Busca!
Alma siguió buscando debajo de la cama de su madrastra, pero seguía sin ver la zapatilla.
─ ¡Oh, vaya! ─Exclamó Odys ─Ya la encontré.
─Bien señora, con su permiso voy a continuar con mis labores. El desayuno pronto estará servido.
─Antes de bajar, despierta a mis preciosas hijas, hoy nos vamos de compras, y ya sabes cómo tardan en vestirse.
─A sus órdenes mi señora.
Alma salió de la habitación de Odys y seguidamente se dirigió hacia los aposentos de Griselda.
─Señorita Griselda ─dijo Alma, llamando a la puerta.
Esperó unos segundos, la joven no escuchó ningún ruido, entonces volvió a llamar a la puerta.
─Señorita Griselda, por favor, despierte, tiene que prepararse.
Griselda despertó furiosa, se acercó hasta la puerta, la abrió y entonces dijo muy enfadada:
─ ¡¿Quién te crees que eres?¡ ─Exclamó furiosa y empujando a Alma contra la pared del pasillo.
─Lo siento señorita, pero su madre…
─ ¡Cállate y lárgate de aquí! ─Exclamó Griselda.
Alma se levantó del suelo, y con la cabeza agachada, continuó su camino hacia la habitación de Lucrecia.
Toc, toc. Tocó Alma en la puerta
─Señorita Lucrecia, su madre la espera.
─Dile a mi madre que ya bajo, que no sea tan pesada ─dijo Lucrecia desde el otro lado de la puerta.
─Bien, señorita Lucrecia.
Una vez Alma avisó a las mellizas de que se levantaran, se dirigió hasta la cocina para preparar el desayuno. Tenía que estar listo cuando las tres señoras de la casa estuviesen listas.
Poco tiempo después Odys bajó hasta el salón comedor y se sentó en su sitio de la mesa, en una posición donde pudiera ver todo a su alrededor, sobre todo a sus hijas.
Alma terminó de preparar el desayuno y se dirigió al salón comedor para servirlo en la mesa.
Odys, que allí estaba sentada, le lanzó una fría mirada y le dijo:
─Llegas tarde, ya sabes que me gusta que esté todo listo cuando me siento en la mesa.
─Lo siento ma…señora.
─ ¿Me ibas a llamar madre? ¿Tú a mí? ¡¿Una simple criada?! ─Exclamó Odys con furia.
─No, señora, no era madre la palabra que iba a utilizar, lo siento. ─ <<maldita>> pensó.
Las dos hijas de Odys aparecieron repentinamente discutiendo entre ellas. Griselda llevaba un vestido de color rosa en su mano que Lucrecia no quería que usara.
─Mamá, Griselda no quiere devolverme mi vestido. Dice que es suyo.
─Dile que es mío mamá ¿A qué me lo regalaste a mí?
─Vamos, hijas. No peleéis.
─Pues dile que me devuelva el vestido.
─No lo haré, es mío.
Odys se levantó de su silla, y con uno de los cuchillos de la cubertería que hay encima de la mesa, resquebrajó el vestido. Ambas hermanas quedaron sorprendidas al ver como su madre destrozaba esa hermosa tela.
─Bien, se acabó la discusión. Sois señoritas, no verduleras en las ofertas de un simple sastre ─dijo Odys.
Las hijas al ver la severidad de su madre, callaron y no volvieron a discutir en todo el desayuno. Pasado un rato, tanto Odys como las niñas, se marcharon a dar un paseo rutinario. Pero no antes sin darle tareas muy pesadas a su criada, Alma. La lista de trabajo era bastante larga, todos los días le dejaba una larga lista para que hiciera, antes del regreso de las tres. Alma era muy eficaz y lo hacía todo rápido y bien, pero Odys siempre encontraba un fallo a todo.
Esa mañana en el pueblo, vieron colgado un cartel. El rey, estaba organizando un baile, para encontrar una esposa a su hijo, el príncipe. En un principio se le presentó varias princesas de reinos cercanos, y muy lejanos. Pero el príncipe no quiso con ninguna de ella, el quería alguien especial. Si iba a compartir su vida con una mujer, que por lo menos sea alguien que a el le gustase, alguna joven de la que se pudiera enamorar. Por eso, se organizó el baile, ya sea una joven humilde o de la realeza, era bienvenida si con eso, su hijo encuentra con quien compartir su reino. Todas las jóvenes y no tan jóvenes del pueblo estaban eufóricas, tenían la oportunidad de dar un braguetazo, de no volver a trabajar.
Mientras Alma estaba haciendo sus tareas escuchó como alguien llamaba a la puerta de su casa, se dirigió hacia ella y abrió, tras la puerta había un cartero con cuatro sobres, y uno de ellos, iba dirigido a ella. La joven abrió el sobre y lo leyó
Señorita Alma, queda invita al gran baile que tendrá lugar la noche de este mismo sábado. Valga esta invitación para que los guardias la dejen entrar.
Alma se sorprendió al ver que era una invitación a palacio. Su difunto padre, como otros señores del pueblo, tenía una relación cercana al rey, pensó que sería una magnífica oportunidad para así denunciar los abusos de su madrastra ante el rey. Llegó el medio día y tanto Odys como sus hijas llegaron a su casa. Las tres estaban eufóricas por el baile organizado del rey, tanto que, se fueron a los mejores sastres para encargar unos hermosos y elegantes vestidos y lucirlos en esa la noche del baile.
Alma se acercó a Odys y sus hijas y les hizo entrega de los sobres. Griselda y Lucrecia cogieron sus sobres con entusiasmo, Odys en cambio, al coger su sobre, cavó sus ojos en Alma.
─Vamos, querida, no disimules ─dijo Odys con cierto tono burlón.
Las hermanastras de Alma, callaron y comenzaron a observar a la joven criada.
─Todas las doncellas de este reino están invitadas al gran baile…sin distinción ─dijo Odys.
─Si, señora, también recibí mi sobre ─dijo Alma.
─No, madre, ella no puede ir al baile.
─Lucrecia tiene razón madre, solo las doncellas fueron invitadas, no la escoria como ella.
─Niñas, no la insultéis. Si el rey dice que está invitada, tiene el deber de ir.
Alma mostró una sonrisa de alegría al escuchar las palabras de su madrastra, no esperaba que esa mujer, que tanto daño le hace, le permitiese ir al baile. Se acercó a Odys, y entonces, con una sonrisa de alegría le cogió sus manos agradeciéndole.
─Espero que tengas un buen vestido, si no, no podrás ir, no quiero que me avergüences ─dijo Odys.
─No se preocupe señora, tengo un vestido precioso, listo para ese día. No la avergonzaré.
Alma se fue, continuando con sus labores domésticas.
─Mamá, no podemos permitir que esa arpía vaya al baile ─dijo Griselda.
─Tiene razón, mamá, si Alma va al baile ¿En que posición nos dejará?
─No os preocupéis queridas, no irá al baile ¿De verdad creéis que tendrá un hermoso vestido?
─Eso es cierto ¿De donde iba a sacarlo? ─dijo Griselda.
─Del basurero, como salió ella ─dijo Lucrecia.
Pasaron los días, era un viernes por la tarde cuando Alma, rebuscando entre las cosas de su difunta madre, dio con el hermoso vestido con el que su madre se casó con su padre. Era un vestido de color ceniza, hecho con una tela brillante, con una hermosa diadema, el vestido era acompañado por unos hermosos zapatos de cristal, cuyos zapatos Alma pensó en no usarlos, por miedo que se rompan. Alma, muy feliz se probó el vestido y salió del húmedo sótano, subió las escaleras y se dirigió a donde a las señoras de la casa, mostrando su deslumbrante vestido.
─ ¿Qué os parece? ¿Verdad que no os voy avergonzar?
Odys y sus hijas la miraron fijamente, con una expresión de desprecio y sorpresa al mismo tiempo.
─Bueno, es un vestido bastante sencillo, pero es normal que alguien como tú se vea bella, con cualquier trapo bonito.
─Mamá, es horrible, si parece que esté vestida en cenizas ─dijo Griselda.
─Si, jaja, parece que se puso telas quemadas ─dijo Lucrecia.
─Vamos niñas, no digáis eso ¿Qué culpa tiene el vestido? Quien lo luce horrible es ella.
─Es el vestido con el que se casó mi madre, quisiera lucirlo un día tan importante como es el de mañana.
Odys se acercó a la joven criada, acarició el vestido, y entonces mostrando una malévola sonrisa, jaló de la tela del cuello tan fuerte que lo destrozó. Sus hijas se acercaron a Alma, y comenzaron a jalar del vestido, hasta que lo hicieron añicos. Alma, en ese momento, comenzó a llorar de desesperación, hasta ahora le habían humillado mucho, pisoteándola de tal manera que casi hasta pierde su voluntad, pero jamás pensó que serían capaces de algo así.
La joven criada, con el alma destrozada, se agachó a recoger los trozos del vestido.
─Eso, recoge esta basura ─dijo Lucrecia.
─ ¿De verdad pensaste que iba a dejarte ir al baile? ─preguntó Odys con un tono malévolo.
─Alguien como tú no puede asistir a un evento tan importante ─dijo Griselda, pisoteando los trozos del vestido.
─Vamos hijas, dejémosla con su dolor, dejémosla que sufra en soledad, recogiendo los restos del vestido de su difunta madre.
Cuando Alma recogió los restos del vestido, bajó con ellos al sótano, su habitación, y los colocó en un jarrón que allí había. No podía parar de llorar, necesitaba gritar, necesitaba correr. Y eso hizo, corrió de la casa, llorando hasta que llegó al bosque. Posó sus manos en un tronco de un árbol caído y comenzó a llorar.
─Mi pobre niña, mi muchachita ─dijo una extraña voz.
Alma empezó a buscar de donde provenía esa voz, pero no vio a nadie. Pensó que sería su imaginación. Volvió agachar la cabeza y continuó con su llanto. En ese momento, entre sus brazos, se materializó la figura de una mujer sentada en el tronco del árbol.
─Pobrecita, pobre hija mía. Que tristeza me da no haber estado ahí para protegerte ─le dijo la mujer acariciándole la cabeza transmitiendo su consuelo.
Alma levantó la cabeza y vio a la extraña mujer que le hablaba. No podía creer lo que sus ojos estaban viendo, su cara se llenó de alegría y felicidad al ver, que la mujer que la intentaba consolar, era su madre.
Parte 3
Alma miró a su madre llena de felicidad, y la abrazó.
─Madre, pero si estás muerta, te enterramos en un hermoso féretro blanco…Aún recuerdo ese día.
─No, querida hija. Solo moriré cuando tu me olvides.
Alma se postuló frente a su madre y le dio un beso en la mejilla.
─Nunca te olvidaría.
─Hija, vine aquí porque escuché tu alma gritar, sentí como tu vida se estaba apagando, sin darte cuenta. No podía consentir eso, y es por ello que me muestro ante ti, para ayudarte a encontrar la felicidad.
─Madre, cuando dejaste tu cuerpo, padre buscó tu amor en brazos de otra mujer, pero esa señora es malvada con el alma podrida. Es una mujer que no conoce el amor, lo único que hace humillarme tanto ella, como sus hijas.
─Si, lo sé. El guardián del portal del mundo en el ahora vivo, me dejó venir hasta aquí para ayudarte.
─ ¿Ayudarme? Con solo poder verte ya es suficiente para mí, madre.
─No, querida hija, no será suficiente, a las doce de esta misma noche volveré a marcharme y no podré consolarte. Es por eso que vine, para darte un esto.
─ ¿Un puñal? ─Preguntó alma con extrañeza.
─ Si, hija. Solo asesinándolas, conseguirás ser feliz.
─Pero…yo no puedo hacer eso ─dijo Alma.
─Hija, destrozaron el vestido con el que me casé. La herencia que te dejé para recordarme. Pisotearon mi memoria delante de sus ojos.
─Eso no me da derecho a acabar con la vida de otra persona.
─ ¿Pero ellas si tienen derecho de acabar con la tuya?
─Alma meritó por un momento si hacerlo o no. Su madre tiene razón, ella nunca les hizo ningún mal. Pero aún así, destrozan su felicidad, destrozan su vida. Alzó su mano y agarró el puñal que el espíritu de su madre le ofreció.
─Bien hija. Ahora si podré descansar tranquila ─se acercó a la frente de su hija y le dio un beso.
─Espero volver a verte algún día, madre.
─Lo harás hija. Tu padre y yo te estaremos esperando con los brazos abiertos. ─El espíritu de su madre se desvaneció.
Odys y sus hijas estaban preparándose para el gran baile de palacio. Las tres estaban entusiasmadas, nerviosas, imaginándose bailar con el príncipe y que este pidiera su mano.
En ese momento apareció Alma, caminando por el pasillo.
─ ¿A dónde vas? ─preguntó Odys.
─Voy acostarme, señora.
─De ninguna manera, tienes que ayudar a mis encantadoras hijas a vestirse, yo parto ya hacía el castillo.
Alma mostró una gentil sonrisa, entonces entró en la habitación donde las tres señoras de la casa se encontraban.
─Cómo ordene, mi señora, deseo que del baile.
Odys dejó a las chicas solas en la casa, confiada de que Alma, su fiel sirvienta, ayudase a sus hijas.
Alma cerró con llave la habitación.
─ ¿Por qué cierras la puerta? ─Preguntó Griselda. ─No importa, no te quedes ahí como si fueses un fantasma. Corre, ven y ayúdame a colocarme el corsé.
Alma se acercó hasta donde su hermanastra, con el puñal escondido. Una vez se puso a su espalda, alzó el cuchillo. Griselda la vio a través del espejo y alarmó a su otra hermana con un grito. Alma empezó apuñalar el cuello de Griselda, asestándole varias puñaladas. El rostro de la joven se manchó con la sangre de su hermanastra. Lucrecia, intentó ayudar a su hermana, pero era demasiado tarde para Griselda. Entonces, asustada, intentó escapar de la habitación, pero estaba cerrada. Lucrecia se encontraba siendo acorralada, por una horrible bestia.
Alma, se acercó a Lucrecia, zarandeando el cuchillo manchado con la sangre de Griselda.
Alzó su mano con el puñal, y se lo clavó en su pecho, asestándole varias puñaladas.
Griselda se estaba arrastrando por el suelo, gritando que alguien la ayudase. Pero en la casa no había nadie, su madre ya no estaba, solo estaban ella y Alma. La joven criada se agachó, y le asestó una ultima puñalada en su cuello.
Alma bajó los cuerpos de sus hermanastras hasta el sótano, su habitación, dejando un camino de sangre. Entonces observó sus cuerpos. Tiempo después empezó a despellejar a sus hermanastras, y usando sus pieles, se hizo un hermoso vestido. Una vez terminó de coser el vestido hecho con las pieles de sus hermanastras, se lo puso y salió de la casa. Empezó a caminar sola, por el oscuro bosque, hasta que llegó al castillo real. Estaban todos disfrutando del gran baile, cuando, de repente, apareció Alma en el salón real, con hermoso vestido Rojo, y un reguero de sangre.
Todos los allí presentes quedaron petrificados, no veían a una joven, pareciese que estuviesen viendo un horrible monstruo. El rey dio la orden de que capturasen a la joven.
─ ¿Qué ocurre? ¿Po qué me hacéis esto? ─preguntó Alma.
El príncipe, se acercó a Alma y la miró a los ojos, los vio cubiertos de unas amargas lágrimas.
─Por favor alteza, díganles que me suelten.
─No puedo hacer eso ─dijo el príncipe.
─Ellas se los buscaron, mi madrastra… Mis hermanastras, o eran ella o yo, y me elegí a mí.
Odys, se acercó a la joven, entonces fue cuando se percató de que el vestido de Alma estaba hecho con las pieles de sus hijas.
─Mis hijas… ¡No! ¡¿Qué hiciste?! ─Exclamó agonizante.
─Señora, usted siempre dice que sus hijas son las mas hermosas del reino. Solo quería lucir su belleza.
─Mis hijas… ¿Muertas? No, No, no… ─Odys no encontraba palabras para expresar lo que estaba viendo.
─Mi alteza, llévense a este monstruo, por favor.
─Querida madrastra, solo espéreme, para usted tengo algo muy especial.
La guardia real se llevó a Alma hasta la mazmorra del castillo y allí la encerraron. Odys dejó el castillo, y caminó hasta su casa. Entró llamando a sus hijas con la esperanza de que la respondieran, aunque sabía que lo único que iba a escuchar era el tenebroso silencio.
Pasaron varias semanas y el príncipe, a escondidas visitaba Alma, cuando la vio llorar, sintió lastima por ella, y esa lastima se había convertido en amor, un sentimiento que Alma aprovecharía para terminar con su venganza.
Parte 4
─Alteza, si no fuese por vos, ahora mismo me habría quitado la vida. Este húmedo y oscuro lugar, está envuelto en soledad. Solo sus visitas me reconfortan.
─Bella dama, muy pronto me harán rey, y la sacaré de este lugar.
─Vos no puedes ser rey sin una esposa ¿Cómo subirá al trono? Solo cuando su padre, el rey, muera, podrá ser el nuevo rey.
─No quiero casarme con ninguna otra joven que no sea vos, mi señora.
─Yo tampoco podría vivir sin su amor, mi príncipe. Por eso, tiene que adelantar los acontecimientos. El rey es sano y fuerte, mientras siga con vida, vos y yo no podremos estar juntos.
─Mi señora, no puedo matar a mi padre, sería cometer traición.
─Cierto es, mi príncipe. Mejor esperemos ¿Quién sabe? Puede que un día se obre un milagro y pueda salir de aquí, y casarme con vos.
─Los milagros no existen ─dijo el príncipe con lamento.
─Para poder estar juntos y que yo, no me haya quitado la vida, solo nos queda creer que existen, tener fe. ─le dijo alma acercando sus labios junto a los del príncipe, entre los barrotes.
─Buscaré una solución, mi bella dama. ─El príncipe acercó su boca a la de Alma, entregándole así, un beso.
Odys se encontraba en el cementerio, añorando a sus hijas.
─Esa maldita mosquita muerta. Me arrepiento tanto de haberla acogido ─dijo con furia. ─Perra desagradecida, le di un hogar sin ser de mi sangre, la cuidé como a una de las mías. Y me lo paga asesinando a mis hijas.
Se posicionó de rodillas hacia sus hijas dejando un ramo de rosas en sus lapidas.
─Os vengaré hijas mías, os lo juro.
El príncipe había dejado las celdas y subió a sus aposentos para así descansar. Pero un guardia le hizo llamar bajo las órdenes del rey. El príncipe hizo caso, sin rechistar y se dirigió hacía su padre.
─Padre ¿Qué desea?
─Me informan de que bajas a las celdas todos los días para encontrarte con el monstruo.
─ ¿Con qué monstruo? ¿Padre?
─No te burles de mí, hijo, sabes muy bien de quien te hablo.
─Padre, es cierto que bajo a las celdas. Pero no me encuentro a ningún monstruo encerrado. Solo a una solitaria joven a la que maltrataron durante muchos años.
─El asesinato es algo imperdonable, y peor aun lo que hizo.
─Si, padre. Pero a veces, el asesinato es justificado. Debemos de ver el mal por ambos lados, no solo por la mano que empuña la hoja.
─No importa, hijo. Lo único que te digo es que, te prohíbo que vuelvas a ver a esa joven. Ese demonio está envenenando tu mente con mentiras.
─Lo siento padre, no puedo obedecer esa orden, yo la amo.
─Soy el rey, harás lo que yo te ordene, amaras a quien yo te diga que ames.
El príncipe levantó la mirada hacía su padre, con el ceño fruncido, mostrando enfado y desprecio hacía su rey.
─Entendido padre ¿Puedo retirarme a mis aposentos?
─Puedes irte.
Una vez el príncipe dejó la sala del trono, un guardia se acercó al rey.
─Majestad ¿Usted cree que el príncipe le obedecerá?
─Mi hijo siempre ha sido un tozudo y un patán, igual que su madre. Sé que no me va a obedecer.
─ ¿Puedo hacer algo al respecto?
─Por supuesto, vigílalo, sé su sombra, observa cada paso que dé, y házmelo saber.
─A la orden mi señor.
Pasaron varios días. Odys, estaba planeando su venganza contra Alma, su hijastra. Quería prepararle algo especial, ¿Qué mejor regalo puede hacer una madre a su hija que no sea una tarta envenenada? Así que preparó todos los ingredientes para darle al pastel un cremoso y ardiente toque.
Mientras en el castillo, el príncipe se había percatado de que estaba siendo vigilado por unos de los guardias del rey, aunque ya desde muy pequeño sabía cómo esquivarlos, así que eso no frenó sus escapadas a las mazmorras, o eso pensó.
El príncipe estaba en las mazmorras con Alma, planeando juntos una huida del castillo, sin percatarse ninguno de los dos, de que estaban siendo vigilados. Entonces, entre la masa oscura que envolvía el lugar, apareció el rey, sorprendiendo a la pareja.
─Te prohibí que visitaras a este engendro ─dijo el Rey malhumorado.
─Padre, tu no lo entiendes…la amo.
─Hijo, tu corazón y sentimientos, solo me pertenecen a mí, amaras a quien yo quiera que ames.
─No padre, los sentimientos no pertenecen a nadie, ni si quiera la persona que los posee es dueña de ellos.
El rey giró su cabeza, dirigiendo su mirada al guardia que se encontraba escondido.
─Apresa a mi hijo, será encarcelado por su temeraria conducta.
En ese momento el príncipe alzó su espada para defenderse del guardia que intentó captúralo. Una lucha de espadas dio comienzo, y de un accidental golpe, la hoja del príncipe fue dirigida al cuello de su padre.
Grandes salpicones de sangre salían de su cuello, el rey se tapó la herida mientras gritaba agonizante. El príncipe se acercó a su padre, le dedicó una fría mirada, y clavó su espada en su pecho, dando muerte al rey.
Segundos después la guardia de palacio irrumpió el lugar, alarmados por los gritos del rey. El príncipe acusó al soldado que luchó contra él, culpándolo de traición.
Un antiguo rey cayó y un nuevo rey se alzó en ese momento.
─Liberen a la prisionera ─dijo el futuro rey.
─Pero majestad, ella…
─Liberen a la prisionera, he dicho.
La orden del futuro rey no volvió a ser cuestionada, y liberaron a Alma de su celda. La joven doncella corrió a los brazos del príncipe agradeciéndole con un beso.
─Mi príncipe, debería castigar al traidor que asesinó a su padre.
El futuro rey se acercó al soldado que culpó de traición, alzó su espada frente a él y lo decapitó. Cuando la cabeza cayó al suelo, el príncipe le dio una patada, empujándola al resto de la guardia.
─La traición se paga con la muerte, espero que os haya quedado claro ─dijo.
Pasó un día desde la muerte del rey, en pocos días el nuevo rey sería coronado. Todo el castillo estaba alborotado preparando la celebración.
Por otro lado, Odys, ignorando de que Alma fue liberada, salió de su casa, directa al castillo. Quería hacerle entrega a su hijastra, su mortal regalo.
Parte 5
Alma se encontraba en uno de los aposentos del castillo. El príncipe quería presentarla a la sociedad como la futura reina, y se había preparado un banquete para ello que se celebraría justo después del velatorio del anterior rey. Mientras alma terminaba de arreglarse con ayuda de otras sirvientas, un guardia del castillo, irrumpió.
─Mi señora, el príncipe la espera en la sala del trono.
─Si, me queda muy poco, no tardo mucho. Gracias, ya puedes retirarte.
No pasó mucho tiempo cuando las criadas del castillo terminaron de ayudar a Alma, a vestirse y prepararse para el gran momento.
El cuerpo del anterior rey se encontraba postrado en un féretro de oro blanco, con bordes plateados, en la sala del trono. Muchos iban a ir a llorarle y darle el pésame al futuro rey. Mientras el príncipe estaba de rodillas frente a la tumba de su difunto padre, Alma apareció, el príncipe al verla, se acercó a ella, la abrazó y le dio un beso.
─Mi amado príncipe, estoy tan nerviosa ¿Vos piensa que me aceptarán? ¿A mí? ¿A una simple sirvienta de su propia casa?
─Eso no importa, solo importa que yo te elegí a ti para que seas mi reina.
─Te amo tanto, mi príncipe.
─Y yo a ti.
Mientras Alma y el príncipe estaban abrazados, un soldado irrumpió con un mensaje.
─Su alteza, una señora que se hace llamar Odys, dice que quiere ver a la futura reina. Según ella, dice ser su madre.
─ ¿Odys? Ella es… ─Preguntó el príncipe.
─Si, amado mío, es mi malvada madrastra, la que me maltrató durante todos estos años.
Entonces el príncipe se giró al soldado.
─Hazla pasar ─dijo el príncipe con un frío tono.
El soldado obedeció la orden de su futuro rey y se dirigió fuera para acompañar a Odys.
La madrastra de Alma, todavía creía que su hijastra estaría presa en los calabozos del castillo, fue por ellos que se asombró al enterarse que fue liberada por el príncipe.
─No puedo creerlo ¿habéis liberado a esa joven después de lo que hizo?
─Si, mi señora, fue una orden directa del futuro rey.
─ ¿Futuro rey? ─Preguntó Odys con extrañeza.
─ ¿No le llegó la noticia? El anterior rey murió anoche, apuñalado. Ahora, en unos días el príncipe subirá al trono.
─Si mi hijastra fue liberada ¿Por qué no volvió a casa?
─Ella será nuestra nueva reina.
Odys no podía creer en las palabras del soldado, <<esa bestia asesina ¿reina? Eso es imposible, esa bruja envenenó su mente>> pensó Odys.
En ese momento, apareció el soldado que venía en su búsqueda.
─Madame, acompáñeme, por favor.
─Muchas gracias ─dijo Odys con aires de grandeza.
Mientras caminaba en dirección al interior del castillo, uno de los soldados la criticó, recordando a Odys como sirvienta del castillo.
─No sé qué se habrá creído, aun la recuerdo sirviendo nuestras copas de vino.
Alma y el príncipe se encontraban en la sala del trono, entonces la joven agarró el brazo de su amado.
─Mi amado príncipe, tengo miedo. Esa mujer es malvada, tiene el corazón podrido.
─No temas mi bella dama, no dejaré que te vuelva hacer daño.
─Muchas gracias, mi príncipe.
No pasó mucho tiempo cuando Odys llegó a la sala del trono custodiada por dos guardias.
─Su alteza, soy la madre de Alma, la joven que tiene usted al lado, vine para obsequiar a mi hija con un delicioso pastel ─dijo Odys postrándose a los futuros reyes.
─Usted no viene a obsequiarme nada, solo vino a ver como Moria con lamento y soledad en esas húmedas celdas. Pero estoy aquí, de pies frente a ti, madrastra ─dijo alma furiosa.
─No, querida Alma ¿Qué madre desea eso para sus hijas? Solo vine a perdonarla y apoyarte.
─No digas más mentiras, estoy al tanto de todo lo que sus hijas y usted le hicieron a mi amada. Justo iba a ir a buscarla, pero ya que vino por su voluntad, será encarcelada, en la misma celda que mi amada pasó sus noches de llanto.
─Pero mi alteza…Yo, solo… ─dijo Odys.
─Se acabó sus días de sol. Soldados ¡Aprésenla!
Odys intentó escapar de allí, tirando el pastel al suelo, pero los soldados rápidamente la apresaron.
─Ya sabéis donde la tenéis que encerrar ─dijo el futuro rey.
Entre gritos y llantos de auxilio, los soldados llevaron a Odys hasta los calabozos, encerrándola en la misma celda, en la que estuvo alma.
La futura reina se acercó hasta el paste, y lo recogió del suelo.
─Mi amado príncipe, me gustaría ser yo quien se ocupe de ella, personalmente ─dijo Alma.
─Por supuesto, mi bella dama, puedes hacer con ella lo que quieras.
Alma mostró una siniestra sonrisa.
Las horas pasaron y el castillo se llenó de la más alta sociedad. Grandes lords y sus señoras, condes y condesas, incluso el alcalde y su esposa, fueron a darle el último adiós al anterior rey. Justo después de la ceremonia del velatorio, dio comienzo el gran banquete en el que el príncipe y futuro rey, presentaría a Alma a la alta sociedad, como su nueva reina. Todos estaban perplejos al ver quien sería su futura reina. La misma que se presentó en la noche del gran baile, con un vestido hecho con piel humana. No daban crédito a lo que sus ojos veían ¿Cómo ese engendro infernal iba a reinar al lado del nuevo rey?
─Espero que ninguno tenga objeción alguna sobre mi decisión, respetaréis a Alma, como si fuera yo, su palabra es ley, como la mía.
─Los allí presentes no aceptaban a Alma como su nueva reina, pero tenían que callar y guardar su opinión, faltarle el respeto, es excusa suficiente para perder sus títulos aristócratas.
Mientras tanto, Odys estaba sumida en su propia miseria en las húmedas y frías celdas del castillo.
─ ¡Esa maldita! ─Gritó. ─No entiendo como el príncipe se fijó en ella, en ese monstruoso demonio. Pero no, esto no puede tener un final feliz para ella, no permitiré que así sea.
En ese momento, en la sala del trono, había comenzado el banquete. El príncipe y futuro rey ordenó que le trajeran un regalo que le tenía a Alma preparado. Era una pequeña caja dorada. El príncipe se postró a su amada, haciendole entrega del regalo. Alma lo abrió, en su interior había unos preciosos zapatos de cristal.
─Mandé hacer estos zapatos especialmente para ti, mi bella dama.
Alma estaba muy ilusionada, desde que su padre murió, jamás había recibido un regalo de nadie, solo insultos y golpes.
─Muchas gracias, mi príncipe. ─Entonces Alma le dio un beso a su amado.
Pasaron varios días, y solo faltaba un día para la coronación del nuevo rey Pero hoy, era un día especial, ya que era la a de Alma y el príncipe.
Durante todos estos días, Odys los pasó en las celdas, siendo torturada noche tras noche por las visitas que su hijastra le hacía. Para Odys, ver a la asesina de sus hijas, con una sonrisa llena de felicidad, era la peor tortura, pero esta vez, sería la ultima visita.
─Mi querida madrastra, me entristece tanto verte aquí. Pero quiero que sepas que serás liberada.
Odys abrió los ojos como platos.
─ ¿Liberada? ─preguntó Odys con extrañeza.
─Si. Hablé con mi amado, y te dará la libertad.
─ ¿Cuándo? ─preguntó Odys con cierto entusiasmo.
─Hoy mismo. Dentro de un reato será nuestra Boda, y le pedí que, como regalo, te dejé asistir a nuestro matrimonio como mi actual madre que eres.
─Alma, muchas gracias ─dijo Odys.
Alma le enseñó a Odys una hermosa caja de color azul decorada con un lazo rosa.
─Dentro de esta caja tengo un regalo para ti, no puedes presentarte a mi boda con esos zapatos.
─Muchas gracias, Alma ─agradeció Odys.
─Pero aun es pronto para entregártelos, una vez estés lista, yo misma te los pondré.
Entonces Alma giró su cabeza hacía uno de los guardias que custodia las celdas.
─Libérala, es una orden del futuro rey.
El guardia liberó a Odys.
─Acompáñenme, vamos a llevarte a que te prepares ─dijo Alma con una sonrisa.
Caminaron por los húmedos y oscuros pasillos de los calabozos, condujeron a Odys hasta una extraña puerta en que se percibía la vejez. Alma sacó unas llaves de su vestido y la abrió.
─Entra querida madre, esta será tu habitación. Dentro la espera un hermoso regalo.
Odys entró en aquella oscura habitación; con miedo, y desconfianza.
─Este lugar…es frío ─dijo Odys con extrañeza.
─ ¿Qué esperabas? ¿Una habitación a todo lijo? Da gracias que te conseguí una cama.
─Podríamos volver a casa, allí tengo mi cama y todas mis pertenencias. Puedo escoger uno de mis elegantes vestidos para tu boda.
─No, madre. No es nuestra casa, sino mi casa. Y allí ya no volverás jamás.
En ese momento, Alma empujó a Odys al suelo. Odys le alzó una fría mirada, una mirada tan llena de furia, como de dolor. Alma le dijo al soldado que se marchase, y entró en la habitación, cerrando la puerta. Odys, con miedo, empezó arrastrase hacía atrás, intentado huir de aquel despiadado monstruo que ella misma creó.
─ ¿Qué ocurre madre? ¿Me tienes miedo? ─dijo Alma, mostrando frialdad. ─Soy lo que tu creaste ¿pensabas que tantos años de maltrato no iban a recaer sobre ti? ¿Qué algún día doblegarías mi alma? ...Tu hijas murieron por tu culpa ─dijo Alma mostrando una desquiciada sonrisa.
─ ¡Eres un monstruo! ─Exclamó Odys.
Entonces Alma, se acercó hasta su madrastra y se agachó, fijando su mirada en su rostro.
─No, madre. Soy un alma triste.
En ese momento unos brazos agarraron a Odys, arrastrándola hacia la cama. Alzó la vista, y vio a otro horrible monstruo, a su futuro rey.
─ ¡Soltadme! ─Gritó Odys.
─Lo siento querida madre, durante un rato, vas a asentir lo que yo he sentido durante años.
Tanto Alma como el futuro rey, ataron a Odys en la cama. El príncipe le hizo entrega a Alma de un cuchillo.
─Toma, mi bella dama, sáciate ─dijo el príncipe.
Alma, empezó hacerles profundos cortes a Odys: brazos, piernas, pechos, cuello. Odys podía sentir la fría hoja del puñal desgarrando su cuerpo; gritaba, agonizaba, pero era inútil, nadie iba a venir a salvarla.
─No grites tanto, ya he terminado. Madre, no soy ningún monstruo. Esto solo era un pequeño castigo por los años que me hiciste sufrir ─dijo Alma con una sonrisa. ─Ahora, dejaremos que te vayas. ─ ¡Guardia! ─Exclamó Alma.
Tras las puertas apareció un soldado del castillo.
─Escolta a esta mujer hasta las afueras del castillo, para que pueda marcharse.
El soldado desató a Odys, y se la llevó.
─Hermosa dama ¿Vas a dejar que se vaya? Esa mujer no merece tu bondad.
─Tengo una ultima sorpresa para ella.
Odys, siendo escoltada por el soldado, llegó hasta las puertas del castillo, entonces, al abrirlas, se encontró con Alma y el futuro rey tras ellas. Su rostro tonó a pálido, de su frente podían caer los sudores, y su cuerpo empezó a temblar de miedo.
─Lo olvidaba, madre. Tengo un presente para ti ─dijo alma con una gentil sonrisa.
La joven le mostró a su madrastra una hermosa caja, de color rosa decorada con un lazo azul.
─Son unos zapatos de cristal ¿Verdad que son hermosos? Quiero que te los pongas ahora mismo.
Odys, fijó su mirada hacia Alma, mostrando extrañeza.
─Vamos, ponte estos zapatos, y comienza a correr. Si consigues llegar hasta abajo con ellos puestos, serás libre, me olvidaré de ti, y te haré entrega de la casa de mi padre.
─Esa casa me pertenece por derecho ─dijo Odys, con cierta furia.
─Soy la futura reina, yo decidiré a quien le pertenece esa casa. Ahora, ponte los zapatos.
Odys no podía negarse a la orden de Alma, estaba siendo vigilada por los soldados del castillo, sabía que cualquier tipo de rebelión, sería fatal para ella. Entonces, aun sabiendo que las posibilidades eran mínimas, aceptó ponerse los zapatos de cristal.
─ Si consigo escapar con ellos ¿me prometes que me dejarás en paz?
─Por supuesto madre, yo si cumplo mis promesas.
Alma y el príncipe se apartaron abriéndole camino a Odys. La mujer empezó a correr escaleras abajo con los zapatos de cristal puestos. Corrió y corrió, asegurándose de llegar a salvo hasta abajo, ya iba por la mitad del camino cuando de repente, los zapatos se rompieron, destrozando los pies de Odys.
La mujer cayó escaleras abajo, rompiéndose varios huesos de su cuerpo.
Odys estaba tumbada entre el suelo y los últimos escalones, se veía claramente que tenía varios huesos rotos, pero aun seguía con vida. Alma bajó hasta ella, se agachó, y desenvolvió un trozo de pastel.
─vaya, madre ¿Te ibas sin compartir conmigo tu deliciosa tarta? Venga, abre la boca.
Alma obligó a Odys a dar un bocado de la tarta envenenada que le hizo a su hijastra.
No hizo falta tragarse un trozo muy grande, con un simple bocado, la garganta de Odys ardía, entre gritos de sufrimiento, empezó a vomitar sangre. Lo último que Odys vio en vida, fue la desquiciada sonrisa de su hijastra.
Al día siguiente, coronaron a los nuevos reyes. El cuerpo de Odys fue triturado, quemado y convertido en pienso para animales.
Alma y su amado príncipe reinaron con justicia. Gracias a su liderazgo, la criminalidad bajó, podía ser por miedo o respeto. Lo que es seguro es que los habitantes del reino sabían que a ninguno de los reyes les temblaría la mano a la hora de decapitar a algún criminal.
Fin.